-¡Judas! –le gritó. Pero a él no se le movió un pelo.
Viendo que su comentario era dejar correr el agua, dio media vuelta y se fue esperando que al menos él la siguiera. Sí, la seguiría, sólo debía dar unos cuantos pasos y lo escucharía deshacerse en pedidos de perdón. Ella sería puro hielo, al menos al principio, después lo disculparía. Es que el amor es así, tonto.
Mientras caminaba recordó el día en que se conocieron, fue una tarde de septiembre y ella sintió mariposas en los ojos cuando lo vio, el aire se hizo música, el futuro le sonreía.
El tuvo la “delicadeza” –o el desparpajo- de ocultarle su situación hasta verla enamorada sin remedio, cuando ya no había más qué hacer, sino seguir, claro que quizá podría haberlo dejado entonces, pero fue imposible, cuando ella lo supo, ya era costumbre elegir lugares apartados, silenciosos, “místicos”, según él y no caminar ni siquiera de la mano porque a él no le gustaba, “no estaba acostumbrado”.
Justo cuando estaban doblando una esquina se toparon con ese compañero de trabajo del que tanto le había hablado, ella podría haberlo reconocido sin problemas. Esperó a ser presentada, pero jamás de esa manera. Estúpida mil veces:
-Mi vecina.
ups...qué bueno.
ResponderEliminarAntonomástico inicio, diría el Oráculo del ropero.
ResponderEliminarEso es lo que me complica. La expresión Judas! la relaciono a un lenguaje más culto y no tan cotideano como el que sigue en el texto.
No se si ella sería capáz de un Cabrón! o algo por el estilo, pero Judas!, me suena decimonónico.
Muy bien manejadas las pistas para conducir al lector.
Sin embargo a mí me parece que el "Judas" es tan conocido como el "Jesús". Diría que están entre los más populares (Hay otros también: la Virgen por ejemplo)Pero son opiniones.
ResponderEliminar