BIENVENIDA

Hola, el ropero te da la bienvenida.

Si no sabés qué ponerte (sobre qué escribir), dónde dejaste eso que querés llevar hoy (no te acordás de algunas reglas); si querés revisar chucherías, sacar algo de años anteriores para ver si te entra; en fin, si tenés ganas de esto y más abrí el ropero.

CUERPO PRINCIPAL:

PERCHERO: Aquí se cuelgan las consignas y otras “ropas” (temas especiales que podrán servir para alguna de estas consignas) - ESTANTES - CAJONES

Todos estos lugares serán actualizados –esperemos- con frecuencia y también en el transcurrir se agregarán otros.

ACLARACIÓN

No somos profesores de literatura pero sí somos escritores y, sobre todo, lectores con experiencia que pretenden compartir lo poco o mucho que saben. Este espacio es para incentivar a quienes gusten de crear literariamente.

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jueves, 24 de noviembre de 2011

Estante de ejercicios

Para saber sobre la consigna, descolgá esta percha.


Cuando Cenicienta suspiró pensando en como podría hacer para salir de la mishiadura, jamás pensó que se le presentaría esto que tenía frente a sus ojos: el hada madrina. Pero no un ente longilíneo y hermoso, vestido de tules brillantes, con bonete al mejor estilo medieval y varita mágica. Esta hada madrina era más parecida a cualquier tía gorda y en chancletas que uno podría imaginar. Cenicienta se sintió decepcionada, ni el libro más mediocre habría encontrado un hada como ésta. Pero a falta de pan buenas son tortas, se dijo y le explicó su situación.
-Ah, nena, no, para tanto no puedo, sabrás que estamos con el presupuesto recortado y la cosa va de mal en peor.
-pero yo necesito ir al baile –moqueaba Cenicienta.
-Eso lo podemos arreglar, a ver, dejame ver que te puedo conseguir.
Un pestañeo y le trajo un vestido de los años setenta. Nada mal, pero de cóctel.
Cenicienta hizo un gesto de desagrado.
-mirá, nena, no te hagas la exquisita, ponete el vestido y listo.
-¿y en que voy?
-Te pido un remís, le decís que te espere y a las doce te vas por otro lado y listo. No pensarás que te voy a dar para pagarle, ya te dije, nos recortaron el presupuesto.
-Bueno, si no hay otra…
-Sí, hay otra, está la calabaza, pero habría que ahuecarla y  meter ahí a dos ratones, que no tengo.
-Ok, ok, está bien, me voy en el remís, lo dejo esperando y a las doce me escapo por otro lado.
-Bien, nena, vas aprendiendo. La necesidad tiene cara de hereje.
Que Cenicienta fue la más mirada de la fiesta no hay dudas, con ese vestido de lamé celeste, tan pero tan corto que tenía que sentarse de costado y con las piernas cruzadas, y esas botas negras hasta la rodilla.
Ese era el tema: las botas. Se suponía que tenía que dejar el calzado en las escaleras mientras escapaba. Se desesperó, no tenía plan B. A los gritos llamó al hada madrina, y ésta, desde la copa de un árbol le dijo que su horario de trabajo había terminado, que el sindicato y no sé que más y ese era el momento del happy hour, que no la molestara.
Cencienta empalideció de furia, su propósito principal, para lo que había sido creada, se estaba desmoronando, el hada madrina peor que la madrastra, el remisero en la puerta del castillo esperando que le pagara, las botas, la minifalda incómoda. Reingresó al salón, se acercó al príncipe, un mocoso insulso con corte taza, repugnante cuando lo vio de cerca, pero ya no había más tiempo, recurrió a la excusa más vieja ya en esa época: estoy embarazada, le dijo, y el hijo es tuyo.

Lex

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