BIENVENIDA

Hola, el ropero te da la bienvenida.

Si no sabés qué ponerte (sobre qué escribir), dónde dejaste eso que querés llevar hoy (no te acordás de algunas reglas); si querés revisar chucherías, sacar algo de años anteriores para ver si te entra; en fin, si tenés ganas de esto y más abrí el ropero.

CUERPO PRINCIPAL:

PERCHERO: Aquí se cuelgan las consignas y otras “ropas” (temas especiales que podrán servir para alguna de estas consignas) - ESTANTES - CAJONES

Todos estos lugares serán actualizados –esperemos- con frecuencia y también en el transcurrir se agregarán otros.

ACLARACIÓN

No somos profesores de literatura pero sí somos escritores y, sobre todo, lectores con experiencia que pretenden compartir lo poco o mucho que saben. Este espacio es para incentivar a quienes gusten de crear literariamente.

Nuestro blog: http://palabrascomonubes.blogspot.com/

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Mensaje para todos los Roperistas
:)



martes, 15 de noviembre de 2011

Estante de ejercicios

Para saber sobre la consigna, descolgá esta percha.



Cruzamos el mar a bordo del vagón naranja, el agua golpeaba las ruedas. Afortunadamente no fue necesario desplegar el velamen. A mitad del trayecto pasamos por un garage para una parada técnica. Dos mujeres subieron a limpiar el vagón al tiempo que nosotros descendimos en un pequeño bote que nos acercó al viejo muelle. Los conductores aprovecharon para pescar desde las ventanillas. Obtuvieron una boga de respetable tamaño la cual cocinaron en la heladera  ubicada a los fondos del garage. Pedimos rapidez en la continuidad del viaje ya que nuestro amigo estaba grave y temíamos no llegar a verlo con vida.

            Retomamos el viaje, la ciudad dejó de ser silueta para volver un monstruo. Llegamos a tierra y con el equipaje tomamos un taxi hasta la estación de servicio donde estaba internado nuestro amigo. Al arriba la recepcionista nos informó en que surtidor se encontraba el paciente. Agonizaba. No nos reconoció. En la cabecera de la cama alguien había derrocado el clásico crucifijo y puesto un poster de Zeppelín y otro de Joplin. Parecía una habitación de nuestra adolescencia. No dijimos una palabra, sonó un pitido agudo y entró la enfermera con las manos engrasadas, sin pedir permiso desconectó los aparatos y arrojó a nuestro amigo a un costado de la cama. Tocó un silbato y gritó “Habitación disponible”.

Vernónica

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