BIENVENIDA

Hola, el ropero te da la bienvenida.

Si no sabés qué ponerte (sobre qué escribir), dónde dejaste eso que querés llevar hoy (no te acordás de algunas reglas); si querés revisar chucherías, sacar algo de años anteriores para ver si te entra; en fin, si tenés ganas de esto y más abrí el ropero.

CUERPO PRINCIPAL:

PERCHERO: Aquí se cuelgan las consignas y otras “ropas” (temas especiales que podrán servir para alguna de estas consignas) - ESTANTES - CAJONES

Todos estos lugares serán actualizados –esperemos- con frecuencia y también en el transcurrir se agregarán otros.

ACLARACIÓN

No somos profesores de literatura pero sí somos escritores y, sobre todo, lectores con experiencia que pretenden compartir lo poco o mucho que saben. Este espacio es para incentivar a quienes gusten de crear literariamente.

Nuestro blog: http://palabrascomonubes.blogspot.com/

Última actualización

Mensaje para todos los Roperistas
:)



jueves, 18 de agosto de 2011

Estante de conocidos y no tanto - Enrique Jardiel Poncela

UN MARIDO SIN VOCACIÓN

(Narración escrita sin utilizar la letra "e")
Un otoño -muchos años atrás- cuando más olían las rosas y mayor sombra daban las acacias, un microbio muy conocido atacó, rudo y voraz, a Ramón Camomila: la furia matrimonial. 
-¡Hay un matrimonio próximo, pollos! -advirtió como saludo a su amigo Manolo Romagoso cuando subían juntos al Casino y toparon con los camaradas más íntimos. 
-¿Un matrimonio? 
-Un matrimonio, sí -corroboró Ramón. 
-¿Tuyo? 
-Mío. 
-¿Con una muchacha? 
-¡Claro! ¿Iba a anunciar mi boda con un cazador furtivo? 
- ¿Y cuándo ocurrirá la cosa? 
-Lo ignoro. 
-¿Cómo? 
-No conozco aún a la novia. Ahora voy a buscarla... 
Y Ramón Camomila salió como una bala a buscar novia por la ciudad. 
A las dos horas conoció a Silvia, una chica algo rubia, algo baja, algo gorda, algo sosa, algo rica y algo idiota; hija única y suscriptora contumaz a La moda y laCasa (publicación para muchachas sin novio).

Y al año, todos los amigos fuimos a la boda. ¡La boda! ¡Bah!... Una boda como todas las bodas: galas blancas, azahar por todos lados, alfombras, música sacra, bimbas, sonrisas, codazos, almohadón para hincar las rodillas los novios y para hincar las rodillas los padrinos; lunch, sandwichs duros como un fiscal...
Al onzavo sandwich hubo una fuga súbita por la sacristía y un auto pasó raudo, y unos gritos brotaron: 
-¡Adiós! ¡Adiós! ¡Vivan los novios! ¡Vivaaan! 
Y los amigos cogimos otro sandwich -dozavo- y otra copita. 
Y allí acabó la cosa.

Mas, para Ramón Camomila, la cosa no había acabado allí...
Al contrario: allí daba principio.
Y al subir con su novia al auto fugitivo, vio claro, vio clarísimo: ni amaba a Silvia, ni notaba inclinación ninguna al matrimonio, ni sintió su alma con la vocación más mínima por construir un hogar dichoso. 
-¡Soy un idiota! -murmuró Ramón-. No valgo para marido, y lo noto cuando ya soy ciudadano casado... 
Y corroboró rabioso: 
-¡Soy un idiota! 
Silvia, arrinconada junto a Ramón, bajaba los ojos con rubor, y al bajar los ojos subía dos mil grados la rabia masculina. 
-¡Dios mío! -gruñía Ramón mirándola-. ¡Casado! ¡Casado con una niña insulsa como unas natillas!... No hay ya salvación para mí..., ¡no la hay! 
Incapaz para dominar su irritación, dirigió unas palabras durísimas a Silvia. 
-¡Prohibido fingir rubor y mirar a la alfombra! -gritó. 
(Silvia miró al parabrisas con infantil docilidad). 
Y Ramón añadió para su sayo, alumbrado por una brusca solución: 
-Voy a lograr su odio. Voy a obligarla a suplicar un divorcio rápido. Poco valgo si 
no logro inspirarla asco con cuatro o cinco burradas a cual más disparatada... 
Y tal solución tranquilizó mucho a su alma. 
Por lo pronto, al subir a la fotografía (visita clásica tras una boda), Ramón hizo la burrada inicial. 
Un fotógrafo modoso y finísimo abordó a Ramón y a Silvia. 
-Grupo nupcial, ¿no? -indagó. 
-Sí -dijo Ramón. 
Y añadió: 
-Con una variación. 
-¿Cuál? 
-La sustitución más original vista hasta ahora... Novio por fotógrafo. Hoy hago yo la foto... ¡Viva la originalidad! 
Y Ramón aproximó la máquina y advirtió al asombrado fotógrafo: 
-¡Vamos! Coja por la mano a la novia y sonría con ilusión: La cara más alta... ¡Cuidado! ¡Así!... ¡Ya! 
Ramón tiró la placa, y a continuación obligó al pago al fotógrafo; guardó los duros y salió con Silvia orondo y dichoso. 
-¡Al auto! -mandó. 
(Silvia ahora iba llorando) 
-¡La cosa marcha! -susurró Ramón.

Al otro día trasladaban sus organismos a Irún. (Lo clásico, asimismo, tras una boda.) 
Ramón no quiso subir al vagón con Silvia. 
-Yo viajo con los maquinistas -anunció-. Voy a la locomotora... ¡Hasta la vista! 
Y subió a la locomotora, y ocupó su actividad ayudando a partir carbón. Al arribar a Irún había adquirido un magnífico color antracita.

Ya allí, compró sus harapos a un sordomudo andrajoso, vistió los harapos y marchó a la fonda a buscar a Silvia. 
Y tocado con las ropas andrajosas anduvo por Irún, acompañando a Silvia y cogido a su brazo mórbido y distinguido. 
Nutrido público los miraba al pasar, asombrado. 
Silvia sufría cada día más. 
-¡La cosa marcha! ¡La cosa marcha! -murmuraba todavía Ramón. Pronto rogará Silvia un divorcio total. Sigamos las burradas. Sigamos con la droga antimatrimonial, multiplicando la dosis. 
Ramón vistió a continuación sus fracs más maravillosos, y al pisar un salón, un dancing u otro lugar público acompañado por Silvia, imitaba a los criados, y con un paño al brazo acudía solícito a todas las llamadas.

Una mañana pintó sus párpados con barniz rojo.
Por fin lo trasladaron al manicomio.
Y Ramón asistió a su propia dicha: su contrato matrimonial yacía roto y vivía imposibilitado para otra boda con otra Silvia...

2 comentarios: