BIENVENIDA

Hola, el ropero te da la bienvenida.

Si no sabés qué ponerte (sobre qué escribir), dónde dejaste eso que querés llevar hoy (no te acordás de algunas reglas); si querés revisar chucherías, sacar algo de años anteriores para ver si te entra; en fin, si tenés ganas de esto y más abrí el ropero.

CUERPO PRINCIPAL:

PERCHERO: Aquí se cuelgan las consignas y otras “ropas” (temas especiales que podrán servir para alguna de estas consignas) - ESTANTES - CAJONES

Todos estos lugares serán actualizados –esperemos- con frecuencia y también en el transcurrir se agregarán otros.

ACLARACIÓN

No somos profesores de literatura pero sí somos escritores y, sobre todo, lectores con experiencia que pretenden compartir lo poco o mucho que saben. Este espacio es para incentivar a quienes gusten de crear literariamente.

Nuestro blog: http://palabrascomonubes.blogspot.com/

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jueves, 8 de septiembre de 2011

Estante de ejercicios

Si querés saber sobre la consigna, descolga esta percha



“No recuerdo que edad tenía pero sí que mis abuelos no se hablaban, yo era su correo privado. Decile a tu abuela, respodele a tu abuelo. Entonces corría por la casa portando la noticia, desconociendo el mundo adulto y creyendo que en ese juego ellos no se aburrían”.

Yo sí. Y mucho. Pasó a ser algo tan cotidiano que ni siquiera me preguntaba por qué harían eso.
Mi abuelo tuvo una buena muerte, un día no despertó.  Para mí fue traumático, no sólo porque lo adoraba, también porque mi tarea como correo la había tomado como un importantísimo trabajo y ya no lo tendría (Hubo veces en las que fantaseé con cobrarles unas monedas, pero me dio vergüenza y nunca les pedí nada), ¿con quién hablaría Abuela ahora? Bah, hablar es un decir. Igual me preocupaba mucho que no tuviera con quién intercambiar correo.
Fue entonces cuando, después de sentirme llorar (de extrañeza e inquietud) interminables noches, Abuelo apareció. Una noche, claro.
No me asusté, todo lo contrario. Abuelo se llevó el dedo a los labios, pero yo no pensaba gritar, estaba entusiasmada y contenta de verlo de nuevo. Me habló despacio. A la mañana siguiente llevé mensaje a Abuela: dice el abuelo que el collar de perlas que perdiste está en el último cajón de la cómoda, bien en el fondo, por eso no lo encontrás. Abuela quedó muda, dura como una piedra, me dio mucho miedo. Abuela, quedate tranquila, pero no, ella dura y pálida. Abuelo, qué hago, aplaudí para que se reanime. Y así lo hice. Abuela salió de su estado catatónico y me miró con unos ojos tan grandes como jamás he visto.
De gusto fue que explicara que Abuelo se me presentaba por las noches y mandaba correo, el sicólogo les dijo a mis padres que eso era por el trauma, que se me pasaría y bla bla bla, cosas de sicólogos y padres desesperados, nada más, siendo tan simple la cosa, le buscan razones difíciles.
Una noche le pregunté a Abuelo por qué no se le presentaba a Abuela y arreglaban los problemas. El dijo que ella no lo aceptaría ni así. Para que Abuela tuviera semejante actitud algo grave tendría que haber sucedido, pero como yo era muy discreta no pregunté. Además, me gustaba seguir haciendo de correo.
Abuelo fue espaciando sus visitas, la última fue en mi adolescencia, cuando yo ya casi no lo extrañaba. Abuela murió unos meses después de esta última visita. Hasta ahora pienso que de aburrimiento, se había quedado sin su remitente.


Isis

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