BIENVENIDA

Hola, el ropero te da la bienvenida.

Si no sabés qué ponerte (sobre qué escribir), dónde dejaste eso que querés llevar hoy (no te acordás de algunas reglas); si querés revisar chucherías, sacar algo de años anteriores para ver si te entra; en fin, si tenés ganas de esto y más abrí el ropero.

CUERPO PRINCIPAL:

PERCHERO: Aquí se cuelgan las consignas y otras “ropas” (temas especiales que podrán servir para alguna de estas consignas) - ESTANTES - CAJONES

Todos estos lugares serán actualizados –esperemos- con frecuencia y también en el transcurrir se agregarán otros.

ACLARACIÓN

No somos profesores de literatura pero sí somos escritores y, sobre todo, lectores con experiencia que pretenden compartir lo poco o mucho que saben. Este espacio es para incentivar a quienes gusten de crear literariamente.

Nuestro blog: http://palabrascomonubes.blogspot.com/

Última actualización

Mensaje para todos los Roperistas
:)



martes, 20 de diciembre de 2011

Perchero - Cuento colectivo al horno

Como verán, el cuento está separado párrafos de colores, ustedes deberán estudiar el color que les toque y aumentar, reducir, mejorar, etc. Esta es la primera parte de la corrección.

Según el color de su nombre, el del texto que les tocó:

Melissa
Aquelarre
Vero
Isis
Abulorio
Lex

Cuando terminen de "amasar", transcriben su párrafo en la parte de comentarios, no importa si no se puede seguir un orden. Traten de subirlo con el mismo color que está. LEAN con atención el párrafo que les tocó pero no quieran hacerlo "suyo" -que quede somo si lo hubieran escrito ustedes, eso no podrá ser, perdería el sentido que pretendió imponerle el autor-, sólo traten de mejorarlo.

¡Buena suerte! :)

22 comentarios:

  1. me llevo mi parte, en cuanto pueda la transcribo aquí. besos.

    ResponderEliminar
  2. Primera parte (terracota)

    La ternura y la admiración que le producía esa mujer no le permitió negarse.
    Exhaustos y con hambre llegaron al estrado: estaba vacío. Llamaron a voces al traductor pero, bajo la enorme cúpula, sólo escuchaban el eco.
    -Huele a comida- dijo Diomedes. Alguien estaba cocinando e intentaron encontrar el lugar. Caminaron siguiendo los aromas. Los pasillos de la biblioteca se multiplicaban infinitos. Olía cada vez más a humeante guisado. Una puerta bajita, estaba abierta. Se inclinaron para ver dentro. El enano diabólico cocinaba utilizando un enorme caldero de hierro.
    Las incontenibles exclamaciones de sorpresa de la pareja hicieron que el pequeño se diera vuelta para mirarlos. Cuando realizaba el giro volvió a gritar: -¡Txolkken, abligon ox merdé! Y fue convirtiéndose en una serpiente que huyó reptando por una grieta de la pared.
    -¡Felisa, volvió a gritarnos lo mismo!- dijo Diomedes impresionado -¿Qué querrá decirnos?-
    -Es el Kisin- murmuró Felisa, ¡es el Kisin, el rey de Xibalbá, el apestoso! ¡No lo reconocimos porque lo vimos convertido en enano y ahora se ha transformado en serpiente! Nada bueno nos pueden decir sus palabras Diomedes. Son sólo insultos. Amenazas cargadas de odio.
    -¿Qué buscaba? ¿Por qué nos seguía?-¿Qué hace aquí?-¡Tendrá alguna relación con el número de la entrada? ¿El 666?-¿Qué tiene que ver el nombre de la calle, Fénix, con el Kisin?¿Por qué vimos morir al ave y luego la vimos resucitar en tan poco tiempo?¿Por qué nos atacó? ¿Qué nos trajo a desear este libro?
    Demudado, Diomedes, no comprendía por qué a él le había tocado estar en intrigas que lo desbordaban. En todo caso podía explicarse que Felisa participara de estos misterios porque era antropóloga, pero él, gran lector, pero un solitario hombre de barrio, …no hallaba explicación.
    Regresaron en busca del traductor pero no lo encontraron, tampoco hallaron al bibliotecario.

    ResponderEliminar
  3. segunda parte (terracota)

    Felisa volvió a insistir: -Vayamos a buscar en la biblioteca, Diomedes. Necesitamos la explicación del 148.
    Mientras Felisa manipulaba ansiosamente los ficheros que se extendían de una pared a otra de la enorme sala octogonal, Diomedes volvió a recorrer el pasillo hasta donde se encontraba el humeante caldero y, sirviendo cocido en dos pequeños cuencos de barro, regresó donde Felisa para compartir la comida.
    -Mire Diomedes en los cuencos de repite la clave: “Vuti nam Süle ikloshi. Invetzia, Süle suteni Vuti”
    Felisa devoró los frijoles con la misma fruición que su compañero y a, pesar del cansancio, continuaron la búsqueda.
    La anciana revisó en el fondo de su bolso y encontró una botella de agua mineral a medio beber. Invitó a Diomedes y luego bebió algunos tragos.
    -Mire Felisa! ¡Un códice numerológico! (no sé de donde sacan el código, si de la botella o de los libros)
    -¡Es el códice de Desdren, donde los Mayas anotaron todas sus observaciones astronómicas! Si usted observa, Diomedes, debajo de las tablas del eclipse de este códice figuran descubrimientos astronómicos equiparables con los de Newton y de Einstein.
    Probablemente todo esté relacionado y explicado en la página 148, donde se abrió el libro. El título habla del tiempo y habla del alma. El tiempo es circular, Diomedes, “Todo lo que va vuelve”. El cuerpo es el mundo. El ser humano está destruyendo la naturaleza. El maligno es el diablo encarnado en el enano, vino del inframundo. Según los Mayas, el infierno, regido por Kisin, es una especie de purgatorio para la mayoría de las personas cuando mueren. El fin del mundo se profetiza para el año terrestre 2012, no hemos modificado nuestra actitud, el maligno ha venido en nuestra búsqueda para llevarnos con él. El libro se regenera. Si no cambiamos, el mundo dejará de hacerlo a partir de la fecha profética.
    (no entiendo lo de la regeneración del libro y el mundo que dejará de hacerlo, no sé cómo corregir eso, se lo dejo a usted, doña ropero, el resto, cuando habla de las embarazadas, me pareció demas, no sé si quien me sigue, dejará esa parte, yo la saqué. En cuestión de comas, me pareció bien y no encontré errores de ortografía, al menos no los vi)


    espero que esté bien
    Isis

    ResponderEliminar
  4. tengo dos frases que estaban resaltadas en negrita y no salieron, las transcribo acá:

    -Mire Felisa! ¡Un códice numerológico! (no sé de donde sacan el código, si de la botella o de los libros)

    El libro se regenera. Si no cambiamos, el mundo dejará de hacerlo a partir de la fecha profética.
    (no entiendo lo de la regeneración del libro y el mundo que dejará de hacerlo, no sé cómo corregir eso, se lo dejo a usted, doña ropero, el resto, cuando habla de las embarazadas, me pareció demas, no sé si quien me sigue, dejará esa parte, yo la saqué. En cuestión de comas, me pareció bien y no encontré errores de ortografía, al menos no los vi)

    ResponderEliminar
  5. Bien, en cuanto pueda me meto con esto.

    ResponderEliminar
  6. ACLARACION

    Mi parte intervenida (celeste), ya la subí a continuación del cuento multicolor y no acá.

    ResponderEliminar
  7. LES DEJO UN ENORME ABRAZO Y MIS DESEOS DE UNA FELIZ NAVIDAD.

    Isis

    ResponderEliminar
  8. _ Muy bien. Empecemos __ Dijo el Traductor, comenzó a bajar del estrado hasta llegar junto a la pareja. Su apariencia los desconcertó, era bajo, enclenque, vestido con harapos manchados de tinta, llevaba anteojos gruesos que aumentaban el tamaño de forma graciosa el tamaño de los ojos.
    La pareja lo siguió hasta un atril donde se ubicaba un libro enorme. Estaba abierto y entre sus miles de páginas colgaban otras tantas cintas de distintos colores a modo de señaladores.
    __ Están ante el libro de libros. El “Gugol-knyka”, consultarlo resolverá sus dudas, pero es imprescindible responder una pregunta.
    __ Estamos dispuestos, ya le dijimos.
    __ Así será, entonces. __ El Traductor subió a una banqueta y posó su mano en el libro. La retiró y las páginas corrieron de un lado al otro como si se hojeara a sí mismo. __ Acérquense, por favor __ Volvió a decir.
    La pareja subió a la banqueta, miró la página seleccionada y leyó la pregunta que se destacaba del resto del texto: “Quienes son las hermanas del Centauro?”
    Diómedes palideció, miró a Felisa angustiado, nunca responderían esa pregunta. La mujer se quedó expectante, miró al Traductor y revisó en su memoria. El hombrecito harapiento observó impasible a la pareja sin expresión de ansiedad o picardía. Los minutos pasaron, la tensión creció y finalmente el hombrecito tomó aire para apurar la respuesta.

    __ Alfa y Próxima!! __ Gritó Felisa
    Diómedes la miró sin entender, el hombrecito soltó el aire con la misma indiferencia con que lo tomó.
    __ Alfa y Próxima Centauri, las dos estrellas que forman el sistema binario del Centauro. Las dos hermanas del Centauro__ Explicó Felisa
    El Traductor asintió con la cabeza, miró al libro que nuevamente se hojeaba a sí mismo y esperó la página adecuada. Cuando esta llegó, la arrancó y la dobló en dos ante la mirada atónita de la pareja. Al instante, la hoja se regeneró en el libro que permaneció abierto sobre el atril.
    __ Aquí está la clave de la interpretación del libro que tienen__ Dijo el Traductor
    __ Sabemos el título, ahora conoceremos en contenido__ Contestó Diómedes
    __ Váyanse entonces, tengo mucho que hacer__ Replicó el hombrecito.

    Diómedes y Felisa desanduvieron el camino que los llevó hasta la sala octogonal, treparon a la ciudad y se refugiaron en el fondo de un café. Abrieron el libro en la primera página y buscaron descifrarla según la clave del extraño idioma.
    Una frase inicial encabezada el apretado texto que seguía, una frase breve y enmarcada en viñetas que exaltaban la tipografía de signos desconocidos. La clave proveía la interpretación de los signos y su fonética, pero resultaba inútil para explicar su belleza y estilización.
    “Vuti nam Süle ikloshi. Invetzia, Süle suteni Vuti”
    “El cuerpo no contiene al alma. Por el contrario, el alma sostiene al cuerpo”

    Se habían asomado al libro desde una frase conmovedora, les quedaba el resto para seguir aprendiendo.
    Diomedes y Felisa estaban absortos ante el universo que se abría frente a ellos, no sólo porque se regeneraba como el Fénix, sino porque un mundo ilusorio y ficticio emergía con fuerza y paulatinamente se impondría y reemplazaría al conocido. Frente a esta (parte1-Vero)

    ResponderEliminar
  9. paradoja inconcebible donde se confundía el principio y el fin, los espejos y los laberintos del alma, convergían todos los puntos.
    Pensaron que el conocimiento esotérico del libro, los liberaría de pesadillas y de sueños que los socavaban, a través de enigmas que no podían entender.
    La curiosidad pudo más que el temor, esperaron que la comprensión del los misterios ejerciera sobre ellos un efecto catártico y esclarecedor.
    -Apurémonos Felisa. Hubo un tiempo para investigar, habrá un tiempo para recordar, ahora es tiempo de partir.
    -¡Espere Diomedes! Todavía nos falta descorrer el velo, para explorar en nuestro interior las desarmonías que nos desequilibran. Tratemos de ver lo que ES y no la imagen de lo que creemos que es, para poder transformarla en armonía y acorde a la energía que, en esencia, somos cada uno de nosotros:
    ¡¡¡CIENTO CUARENTO Y OCHO!!!! Gritaron al unísono al ver el número que sobresalía en el centro exacto de la imponente viñeta. Felisa y Diomedes se miraron boquiabiertos….coincidía con un hecho que pensaron casual. Tras el encuentro en la librería el libro cayó abierto en la página 148.
    ¡Debemos dilucidar el significado de este número!-Exclamó Felisa. En esa inmensa biblioteca debe haber algún volumen que lo refiera. Vayamos nuevamente al traductor, probablemente él pueda contactarnos con el bibliotecario.
    -¡JAMÁS REGRESARÉ A ÉSE LUGAR!-, Impuso Diomedes.
    Felisa temblaba de frío o miedo y el hombre no tuvo más remedio que cubrirle la espalda con un abrigo.
    -Casi llorando por la emoción de lo que sería el descubrimiento cumbre de su vida profesional, Felisa imploró a su amigo circunstancial que la acompañara nuevamente al profundo sótano.
    (parte 2 - Vero)

    ResponderEliminar
  10. Buenas fiestas para todos. Gracias por disfrutar de este espacio.

    Vero.

    ResponderEliminar
  11. Ajuste de Aquelarre 1
    Un grito siniestro retumbó en la calle junto a la pareja. No tuvieron tiempo ni de taparse la cabeza. Al sentir los picotazos alzaron la vista y entonces lo vieron, era el mismo aguilucho color caramelo-crema que, encarnizadamente, intentaba quedarse con mechones de sus cabellos o jirones de piel. -¡Maldición!- dijo el hombre- ¡Era el Fénix nomás. El pajarraco se inmoló y resurgió de sus cenizas ¡Cosa de Mandinga Felisa!
    Si no hubiera sido por la exaltación en que se encontraba, la mujer hubiese reído por la expresión de su amigo.
    La arqueóloga abrió la puerta del edificio y gritó: -¡Apúrese hombre, sino quiere perder parte de su materia gris!
    Así fue como ambos se encontraron descendiendo rápidamente por la escalera en forma de espiral. Mientras lo hacían vieron los dibujos en la pared: el jaguar, el venado, el pez, el cocodrilo, las serpientes y las divinidades Hukte’ Ajaw y Tlácoc.
    -¡¿Qué significan esos dibujos Felisa?!
    Absorta en sus pensamientos, Felisa no respondió a la pregunta de Diomedes.
    -¡Joder!- exclamó la arqueóloga- estamos bajando al inframundo Maya, el lugar opuesto al mundo celestial, el de la oscuridad y la muerte. El Xibalbá. Y allí estaban los gemelos Hunahpú e ixbalangué con el Popol Vuh, pintados en las paredes. ¡Mire Diomedes! - dijo la mujer- el libro es el mismo que tenemos nosotros-
    -No -dijo el hombre- ¿Dónde estudió Felisa?- ¿no ve que es el Chilam Balam?

    Felisa( por sus conocimientos) ¿podría equivocarse en esto?,¿ habría que cambiar quién comete el error o está bien así? Diomedes: no estoy segura de que conozca tanto sobre el tema a pesar de ser un gran lector.
    -Ah dijo ella- qué error imperdonable- Mire - el Kisin, el flatulento- le dicen así por la fetidez del olor de los muertos.
    - No siga Felisa que me descompone, no necesita ser tan ilustrativa.

    -¡Allí!- gritó el hombre- el Tzolkin, el sincronario, el calendario para medir el tiempo, con razón soñamos con números, el 260, representa los kines o días, en ciclos de 13 meses de 20 días cada uno, -le dije, Felisa- soñar con números, no es sólo para jugar a la lotería o a la quiniela. De pronto vieron la inscripción:

    Se podría justificar este fragmento ampliando el nombre del kiosco: Kiosco y lotería El Trece.

    “El tiempo es circular, lo que pasó volverá a pasar, como es arriba, es abajo, como es adentro es afuera”, “lo que va vuelve”. Necesitamos urgente el traductor, esto es demasiado complicado como para entenderlo.
    Cuando se abrió la puerta un viento helado los envolvió.

    Continúa

    ResponderEliminar
  12. Ajuste Aquelarre 2
    Abulorio
    Lo que creyeron el exterior por el frío, era una inmensa sala octogonal de altura ciclópea, coronada por una cúpula de ocho gajos, profusamente ornamentada. Felisa quedó impactada por el espacio y obligó a Diomedes a detenerse en el umbral, para observar.
    __ Mire esa altura Diomedes, ¡¡mire esa cúpula!!
    __ Mire las paredes Felisa, están llenas de libros hasta el techo!
    __ ¡Increíble! Son siete niveles de galerías y cada una con siete estantes.
    -¿Qué significa el número siete Felisa?-¿Por qué se repite?
    -El siete, según la cosmogonía, es el número sagrado o perfecto. La héptada, "cifra digna de veneración", decían los pitagóricos, ya que se trata de una vibración controlada por los siete espíritus celestiales que gobiernan al mundo. Es también el número Cabalístico por excelencia, para los caldeos, babilonios, esenios, griegos, egipcios, chinos, hindúes, mayas, aztecas, incas. Se compone de la tríada (3) y de la tetrada (4), por lo que es la combinación de Dios y la naturaleza humana. Es el número de la Creación y el número del Poder Espiritual. Ejemplos de su manifestación: el Génesis, los siete Sellos, las siete notas musicales, los siete colores del Arcoíris.
    -No comprendo por qué si el siete es la combinación de Dios y la natura lo han empleado en esta macabra construcción.
    -Porque el siete también representa al inframundo Diomedes.
    Según el Popol Vuh, los soberanos del Inframundo son Hun Camé y Vucub Camé (Uno Muerte y Siete Muerte). Junto a ellos, descubrimos siete parejas de divinidades, encargadas de acabar con la vida humana en la tierra. ¿Habría que explicar mejor esto para que se entienda más?
    Para los mayas era normal que los seres vivos visitaran el inframundo, que los muertos visitaran el mundo de los vivos y que, de algún modo, interactuaran.
    -¡Uf!, Felisa, da impresión escuchar sus palabras.-Y, dígame, ¿por qué se habrá diseñado la biblioteca en forma octogonal?- ¡¿Por qué ocho gajos?!
    -El ocho es símbolo de poder, de habilidad y falta de escrúpulos. Evidentemente, Diomedes, el Diablo no los tiene. El número de la calle es 666. Aunque algunas teorías lo nieguen, por faltarle una unidad para ser el número perfecto, es el número o nombre satánico.
    -El Octógono está asociado al conocimiento.
    -Pero el conocer es luz, Felisa.
    -El conocer es luz amigo. Aún así, también aquí, en medio de las tinieblas existe el conocimiento, aunque sea opuesto a claridad. En este lugar, el conocer es… ¿oscuridad?… pero… ¡siempre es conocimiento!


    Continúa

    ResponderEliminar
  13. Ajuste Aquelarre 3


    -No entiendo el antagonismo: saber- oscuridad, Felisa. Para mí el conocimiento solamente puede equivaler a lo iluminado.
    -Lo que quiero decir Diomedes, es que no tiene por qué tener el mismo sentido en un mundo que en el otro. Usted lo ve sólo como luz porque aún pertenece al reino de la luminosidad ¿comprende?
    Tampoco para mí es entendible más allá de la simple intuición. Para eso deberemos esperar a mirar con los ojos de los muertos. Tal vez desde ese lugar, podamos comprender éste universo, para el cual no me atrevo a buscar adjetivos. Está lejos del límite de la visión humana.


    Estas referencias: octógono y siete habían quedado sin justificación. Podríamos relacionarlas con el ¿por qué Diomedes vive en la Séptima avenida)?



    Parados en la puerta de entrada miraron hacia el lado opuesto del octógono. Sobre el fondo, se divisaba un estrado que bajo la aplastante altura, se veía pequeño e insignificante. Caminaron hacia él y arribaron después de atravesar los muchos metros que lo separaban de la entrada.
    El estrado era más alto que una persona y sobre él trabajaba el Traductor. Los libros rebalsaban del enorme mueble y algunos se agrupaban sobre el piso, en pilas o montículos desordenados. Felisa adivinó libros de filosofía, magia, religiones desconocidas o alquimia. En cada portada podía ver el paso del tiempo y las más variadas encuadernaciones.
    __ Cuál es la duda.__ preguntó mecánicamente el Traductor desde el estrado, muy arriba de sus cabezas.
    __ Tenemos este libro y no conocemos su idioma o la clave para descifrarlo.__ Contestó Diomedes empinándose sobre sus pies para divisar al Traductor.
    __ Ajá. ¿Saben ustedes que para conseguir una respuesta, deben contestar una pregunta?
    __ No, no lo sabíamos, pero nos avenimos a lo que usted quiera__ Se apuró a agregar Felisa.

    Disculpen el apuro. No sé por qué no sale lila el color de la letra.

    ResponderEliminar
  14. Intenté las aclaraciones en rojo y la letra en lila...no pudo ser. Lo siento Ropera, deberá incrementar esfuerzo (Deberé tomar curso al respecto)


    He leído mi trabajo publicado y vuelvo a encontrar errores de redacción y repetición de términos en oraciones cercanas. En cuanto pueda trataré de pulir.

    Algunas aclaraciones podrían pasar por parte del texto...ya veremos.

    Hasta pronto.

    ResponderEliminar
  15. Diomedes y Felisa quedaron unos segundos mirando el libro abierto en el piso.
    -Está escrito en…- No sé como llamarlo, dialecto, lengua, jerga - Felisa no podía saber en qué idioma, si es que era un idioma.
    -Y se abrió en la página 148 – dijo Diomedes, que como pudo, se agachó para recogerlo, y con gesto caballeresco se lo alcanzó a Felisa.
    -El tiempo del alma –dijeron sin leer, pues ya sabían de sobra el título. Diomedes lo conocía por pertenecer a la logia pero…y ¿Felisa? En los conciliábulos había escuchado hablar muchas veces del libro y de sus alcances esotéricos. Solo había que esperar las señales y dirigirse a la biblioteca indicada.
    -¿De qué estante lo sacó? –quiso saber Diomedes.
    -De allí arriba – señaló ella. Leyeron varios títulos y todos tenían la palabra “tiempo”.
    -¿Le puedo hacer una pregunta?
    Diomedes asintió con la cabeza; Felisa parecía emocionada, divertida, joven, a pesar de que el cuerpo demostrara lo contrario.
    -¿Por qué está buscando el libro?
    -Porque… No sé por qué –Diomedes no era de hablar acerca de la hermandad Y menos cuando no tenía respuestas. Ese título lo había estado siguiendo por meses, lo veía en los carteles publicitarios de las calles, grabado en la maderas de las viejas mesas de los bares donde iba a tomar su vermut o café, en los diarios, hasta en el rollo del papel higiénico. Pensó que esto último no era decoroso para contarle a una dama.
    Eran las inequívocas señales que estaba esperando.
    -No me tome por loco…
    -¡Por favor! –Se rió Felisa- ¿Si le cuento que encontré el título en la boleta del gas, en la lista del supermercado, en la revista de crochet que compré, me lo creería?
    Ambos rieron mas relajados. Evidentemente Felisa era una mujer simple, esto pensó Diomedes, algo prejuicioso, las mujeres simples de cierta edad, se dedican a tejer al crochet.
    Este prejuicio le jugó en contra: Felisa era antropóloga y Diomedes comenzó a sospechar que no era una simple científica y que tenía ciertos conocimientos que solo les eran permitidos a algunos integrantes de la hermandad, además la había encontrado en el lugar y momento preciso. Anciana pero antropóloga, y ahora dedicaba su tiempo a desentrañar los misterios de los laberintos del tiempo, las tareas sencillas no eran su especialidad

    ResponderEliminar
  16. -¿Antropóloga, no me diga?
    -¿Y usted?
    Diomedes quiso callar pero como siempre, se escuchó contándole prácticamente su vida.
    -¿Y los nietos los visitan?
    -A veces… Ya están grandes, cada uno en lo suyo, tienen su vida… Vio como son los jóvenes…
    Volvieron al libro y acordaron buscar a alguien para que tradujera lo que decía. También se prometieron guardarlo en su casa un día cada uno (quizá era una excusa para verse seguido). Como todo un caballero que era, Diomedes le dio el primer día de guarda a Felisa, que dio un respingo de alegría.
    A la mañana siguiente, Diomedes, con un pan dulce envuelto para regalo, tocó la puerta de su nueva compañera de andanzas.
    -Llega justo para el café, pase.
    Felisa se había arreglado, se notaba, tenía las mejillas rosadas y los labios pintados.
    Buscaron “traductores” en las Páginas Amarillas, hicieron marcas en algunos y llamaron. Concretaron varias citas.
    -¡Muy bien! –Dijo Felisa entusiasmada- Tenemos a las 16 horas nuestra primera entrevista.
    Media hora antes se encontraron en una esquina cercana al lugar. Felisa llevaba el libro en un bolso.

    ResponderEliminar
  17. -Diomedes, me va a decir que estoy alucinando, pero creo que alguien me siguió.
    -Felisa, usted me contó que le gusta ver películas de misterio… -pero Diomedes había tenido la misma impresión: alguien había estado siguiéndolo, si observaba con atención quizá podría verlo sentado en el banco de la plaza de enfrente, o paseando algún perro.
    Melissa
    De pronto Felisa y Diomedes, sintieron que el día se volvía noche y la oscuridad se detenía sobre ellos como un manto de densa niebla. Felisa se dio vuelta de repente y notó un movimiento casi imperceptible e imprevistamente lo vio. Era un hombre feo de pelos y ojos oscuros, un asqueroso enano, una masa informe. Su cuerpo corto, fuerte y musculoso, le daba una apariencia rolliza. Al ser descubierto lanzó un gruñido y salio corriendo calle abajo. No sin antes gritar:-¡Txolkken, abligon ox merdé!
    A Diomedes le hubiera gustado correr al enano e indagarlo, pues su actitud lo dejó confundido, sabía que los enanos no aparecían por pura casualidad, estaban ligados al misterio y a la magia, pero como no quería perder la primera entrevista, lo dejó ir, no sin antes soltarle un montón de improperios.
    Una tormenta se avecinaba. El viento comenzó a soplar y las ráfagas azotaban inclementes, levantando en círculos todo lo que encontraban a su paso.
    Estaban cruzando la séptima avenida, cuando un aguilucho de plumas color caramelo-crema, se lanzó en picada y chocó contra el bolso dónde Felisa llevaba el libro. El ave se dio tal porrazo que atontado por el golpe, fue a parar al suelo. En ese momento cambió el semáforo y como no alcanzó a retomar el vuelo, fue aplastado por un automóvil que circulaba a toda velocidad

    ResponderEliminar
  18. En la esquina estaban Felisa y Diomedes bajo la lluvia, compartiendo un trozo del pan dulce que había sobrado de la jornada anterior y que Felisa, siempre previsora, había guardado en el bolso junto con el libro. Sus ojos estaban absortos observando el revoltijo de pájaro que había quedado en el pavimento, mientras las plumas ensangrentadas se pegaban a los neumáticos de los coches. Una lluvia torrencial arrasó y se llevó los restos del ave, no quedando rastro de lo sucedido. La pareja se miró y la mujer preguntó- ¿Se habrá auto inmolado el alado?-
    -Blugenagmtata- dijo el hombre, no porque estuviera hablando en otro idioma, sino por tener la boca llena de pan dulce - ¡Coma Felisa, coma!-dijo el caballero- no piense en el aguilucho, que lo único cierto de todo esto es el pan dulce. -No, no quiero Don, dijo la mujer- tomo un vaso de agua y engordo- me cuido porque aún estoy en edad de merecer -además- ya me discriminan por vieja y no me gustaría que me discriminen por gorda -Pero Felisa se mostraba perturbada y confusa. El pájaro- Dios se había autoinmolado, esa era una señal inequívoca de grandes sucesos.
    -Cuando llegaron al lugar la dirección indicaba: Fénix 666, Diómedes gritó: ¡OOh! Mire Felisa, el número de la bestia- Ajá- dijo ella, no es pura coincidencia.

    ResponderEliminar
  19. El chico siguió, entusiasmado por compartir algo con su abuelo, aunque extrañado de estas preguntas.
    -Dice también que revela el potencial futuro de quien lo lee, pero que nadie llega a esa página. Lo guarda un cerbero en una especie de escenario enorme, alto, y que a veces este cerbero se convierte en un enano maldito, jajajajaja –rió festejando su poco original comentario.
    -¿Un enano? Diomedes dio un respingo.
    -Sí, un enano que es una especie de diablo. En realidad –dice acá- se puede convertir en cualquier cosa, hasta en pájaro.
    Diomedes palideció.
    -¿Y qué más cuenta la computadora?
    -Que hay una leyenda de un libro que el título se le aparece a la gente, no dice como, y que cuando esta gente se calienta por saber de qué se trata la misma búsqueda al libro de todas las respuestas. Lo que no dice es para qué, dónde está ese lugar, ni si alguien llegó.
    -Sí, alguien llegó.
    Nieto y abuelo se miraron, se estudiaron, ninguno habló.
    Fue el nieto quien abrió otra vez el juego.
    -¿En qué andás, abuelo?
    -¡Yo tengo ese libro! Se llama “El tiempo del alma”. También estuve ahí con Felisa, una antropóloga a la que encontré con el libro en la mano cuando lo fui a comprar y juntos buscamos traductores y cuando estábamos por llegar a un lugar un pájaro que se inmoló y volvió a renacer me picoteó la cabeza y después entramos al mismísimo Xibalbá y encima aparecimos en una sala octogonal donde estaba el traductor y un enano nos siguió gritando el nombre del conjunto musical y Felisa dice que el 148, si lo sumo, da 13 y que ese es un número maya y había un caldero de donde saqué dos compoteras con guiso y le di una a Felisa y otra me comí yo mientras buscábamos otra vez algo que nos sirviera para traducir el libro, ya que cuando volvimos no encontramos al traductor y el libro tiene muchas imágenes, como por ejemplo la del ying y el yang y esas cosas.
    Silencio total.

    ResponderEliminar
  20. -Abuelo… A ver… ¿Felisa? ¿Es joven? ¿Vos sabés lo que es una viuda negra? ¿Te dio algo para tomar? –el nieto, después de haber escuchado ese conglomerado de incoherencias, estaba preocupado por su abuelo.
    -¡No sea irrespetuoso, hombre! –lo retó Diomedes.
    Y justo cuando estaba por aclararle el asunto ven llegar a una Felisa exultante.
    -¡Diomedes, le vengo a traer el libro! Habíamos quedado que un día cada uno… El jovencito es… Ah, encantada, Felisa, mucho gusto… -pero de pronto no supo qué decir, ¿si el muchacho le preguntaba qué libro ella qué diría?
    Diomedes hizo un gesto con la mano, como diciendo que no se preocupara.
    -¿Sabe que no me di cuenta? No importaba tampoco que lo tuviera usted, faltaba más, Felisa –dijo Diomedes tan caballero
    Felisa sonrió y metió la mano dentro del bolso para sacar el libro, pero lo único que encontró fueron restos de pan dulce. De la exultación pasó a la histeria controlada.
    Verónica
    Diomedes le pidió al nieto que los dejara solos.

    ResponderEliminar
  21. -Serénese Felisa. Creo haber entendido todo. Lo sucedido es lógico, exacto. Migajas, eso es lo que forma el libro. Migajas de un todo extraídas al azar, así se conforman las almas.
    -Pero…
    -El tiempo de las almas lo marca el destino. No hemos hecho más que intentar leer ese destino y ¿Sabe qué?
    -Por eso las páginas se regeneran, por eso – balbuceó ella.
    -Todo, todo está escrito pero no es para mortales el leerlo. Cada migaja sumada es el destino, todos los destinos estan en un solo libro.
    -Tantos números, referencias mitológicas, palabras…
    -Tanto, tanto Felisa. Fijesé, toda esta cosa de los mayas, el ave fénix, esa biblioteca que parecía no tener fin, el ying y el yang… ¿No le pareció rara toda esa mezcolanza? ¿No le pareció la Biblia y el calefón?
    -Sí… - Felisa seguía revolviendo dentro del bolso, Diomedes seguía tratando de hacerle entender.
    -Nuestros destinos debían cruzarse allí, en ese lugar, buscando un libro al que nos empujó lo mismo que no podemos leer. El libro no podía caer, para nosotros, abierto en otra página que no fuera la 148. Podía desmoronarse de cualquier altura y siempre se abriría en esa página.
    -Yo puse el libro aquí – dijo Felisa al borde del llanot – y ahora no está.
    -Ya cumplió el objetivo, Felisa, ahora estará en otra biblioteca, abriéndose en otra página y la aventura de vivir recomienza, otras almas se encuentran, se desconocen, se olvidan, se ilusionan, se descubren ¿me interpreta?
    Ella asintió con la cabeza.
    -Vamos, no se ponga así, mire, le voy a decir algo muy personal ¿puede ser? Lo mejor, lejos, eh, Felisa, lo mejor de todo esto es haberla conocido a usted, si le tengo que ser sincero, el libro ya no me importa, ¿para qué lo queremos ahora?
    Felisa estuvo muy de acuerdo.

    ResponderEliminar
  22. Por favor, Doña Ropera, discúlpeme la demora, usted ya sabe. Agregué un poquito en la parte de Vero, esper que no se ofenda.
    Espero que todos hayan pasado un excelente fin de semana navideño, que Papá Noel se haya portado bien ( y sino fue así, todavía les quedan los reyes), que no hayan quedado destruidos del estómago como yo y que hayan disfrutado con quienes quieren.

    ResponderEliminar