BIENVENIDA

Hola, el ropero te da la bienvenida.

Si no sabés qué ponerte (sobre qué escribir), dónde dejaste eso que querés llevar hoy (no te acordás de algunas reglas); si querés revisar chucherías, sacar algo de años anteriores para ver si te entra; en fin, si tenés ganas de esto y más abrí el ropero.

CUERPO PRINCIPAL:

PERCHERO: Aquí se cuelgan las consignas y otras “ropas” (temas especiales que podrán servir para alguna de estas consignas) - ESTANTES - CAJONES

Todos estos lugares serán actualizados –esperemos- con frecuencia y también en el transcurrir se agregarán otros.

ACLARACIÓN

No somos profesores de literatura pero sí somos escritores y, sobre todo, lectores con experiencia que pretenden compartir lo poco o mucho que saben. Este espacio es para incentivar a quienes gusten de crear literariamente.

Nuestro blog: http://palabrascomonubes.blogspot.com/

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lunes, 12 de septiembre de 2011

Estante de ejercicios

Para saber sobre la consigna, descolgá  esta percha

Las dalias.

“No recuerdo que edad tenía pero sí que mis abuelos no se hablaban, yo era su correo privado. Dile a tu abuela, responde a tu abuelo. Entonces corría por la casa portando la noticia, desconociendo el mundo adulto y creyendo que en ese juego ellos no se aburrían”.

Mi trabajo era el de ser el corre, ve y dile, de todas sus niñerías de adultos mayores.
Abuela, para no tener que ceder a los requerimientos nocturnos del abuelo,- que sí los tenía a pesar de las discordias - me empezó a hacer dormir entre ambos. Yo sentía su aroma tan particular a través de la tela de su camisón de lino. Abuela me contaba cuentos antes de dormir y siempre tenía oculto entre los pliegues de la almohada alguna golosina.
Por las mañanas el primero en levantarse era abuelo. Se calzaba sus pantuflas cuadrillé y arrastraba los pies hasta la cocina. Al rato regresaba con un tazón de leche para mí y una bandeja con la pava y el mate.
-Alcáncele a su abuela- me decía y yo tomaba la calabaza con la mano que no estaba sosteniendo la taza y se lo alcanzaba al lado opuesto de la cama.
-Devuélvale a su abuelo- decía mi abuela luego de sorber, traguito a traguito, el espumoso mate.
-Pregúntele a su abuela si gusta un bizcochito- me decía abuelo mirándome a los ojos y sin enfocarlos en ningún momento en ella.
-Abuela, ¿gusta un bizcochito?-
-¿De qué gustos tiene?- preguntaba abuela.
-¿De qué gustos tiene? repetía yo con la boca llena.
Entonces el abuelo me iba dictando los sabores de los bizcochitos que podían verse en el plato pero que abuela no se dignaba a mirar.Una vez cada uno me llevaban a la escuela. Los lunes el abuelo, los martes la abuela, los miércoles…. Y así sucesivamente hasta que terminaba la semana. Los sábados salíamos a pasear. Primero íbamos a la plaza y lo mismo que en la cama, yo me sentaba en el banco entre medio de los dos. Por la noche nos tocaba cine. La elección de la película llevaba casi todo el tiempo que estábamos en la plaza. Nunca se ponían de acuerdo. A mí me correspondía intercambiar mensajes entre ellos, girando la cabeza de un lado a otro. Hasta que al fin decidían cual cinta podía ser del gusto de ambos y que no me hiciera daño debido a mi edad.
La disputa duró algunos meses y si bien, a ellos, parecía divertirles a mí me produjo un aburrimiento agotador.Una mañana en que abuelo cebaba mate y yo tenía que hacer de intermediario, terminé mi tazón de leche y me puse de pie haciendo equilibrio sobre las frazadas. Elevando la voz les di un reto soberano. De esos que solían darme a mí cuando exageraba alguna travesura.
La abuela ruborizada miraba sus manos y el abuelo giraba el mate entre sus dedos.
-Y ahora- les ordené se van a dar un beso como viejos amigos. Primero ninguno de los dos quería ceder pero después el abuelo, levantó tímidamente los ojos y preguntó:
- ¿Usted me perdona María?-
Abuela se hizo rogar un momento. Luego sonrió con picardía y respondió:
-Humm, no sé si lo merece, Juan-
- Bueno, perdónelo abuela-dije yo con autoridad. Abuelo no lo volverá a hacer.
-¿Verdad que no lo volverá a hacer, abuelo?- pregunté.
-No, no lo volveré a hacer-
-Bien, ¿ahora qué dice abuela?-
-Si está seguro de que no lo volverá a hacer, lo perdono- dijo abuela.

Desde entonces ya no duermo en la cama matrimonial, volví a mi cuarto que tanto extrañaba y todos los días me acompañan juntos a la escuela.
A ellos se los ve más felices que nunca y en el jardín han vuelto a florecer las dalias, tan bonitas, como antes de que el abuelo las cortara.

Aquelarre

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