Para saber sobre la consinga, descolgá
esta percha.
Cuando Rigoberto Gaitán inauguró el mercado central de flores “La rosa roja”, los periodistas lo cocieron a preguntas. Si bien el tribunal lo había absuelto por no encontrar pruebas, le preguntaron “¿Si se consideraba inocente o culpable de la muerte de los habitantes de toda una manzana en pleno corazón de la ciudad?”.Rigoberto con su mejor sonrisa alegó que el se consideraba inocente, que el almizcle que el había preparado con la esencia de rosas, tenía un componente fatal para los alérgicos. Que a él no le había resultado nocivo porque se había inmunizado debido al constante y prolongado contacto con esa fragancia. Que debido a esa tragedia y a pesar de la sutil fragancia que potenciaban el perfume de sus rosas, ya no se usaba más en sus arreglos florales.
Cuando Gaitán, abrió una florería en pleno centro de la ciudad, se encontró con un serio problema, la gente se mostró poco amistosa, aunque sus arreglos florales se vendían cada vez más y a mejores precios. ¡Que gente de mierda ésta! – decía Rigoberto. Las rosas le atraían tanto como a sus clientes, no solo por su fragancia, la suavidad y armonía de sus pétalos, sus pimpollos de terciopelo y el rocío sobre sus hojas como pequeños cristales. El único problema de Adalberto eran los clientes, poco afables y escasamente comunicativos.
Al principio el florista, comenzó a regalarles una rosa roja, cada vez que le compraban un ramo. Si bien en un comienzo las rosas se convirtieron en un mensajero de buena voluntad, con el tiempo utilizó estas maravillas de la naturaleza, como receptores para cumplir una revancha.
Cierta vez, una clienta se río de su disfluencia, lo remedaba y le gastaba bromas de mal gusto. Un día lo sacó de quicio, y empezó a tramar su venganza. Averiguó sobre venenos que mataban por aspiración y lo mezcló con esencia de rosas. Junto al arreglo floral, le ponía una gotitas del almizcle que había preparado. Al principio mató a una clienta burlona, después a una novia inconstante, le siguió un vecino preguntón, una familia ruidosa, un motoquero audaz, un sordomudo incomunicado, un comerciante desconfiado y así logró ser el único habitante en toda la manzana. La policía empezó a investigar, ya que les llamó la atención que las personas de todo un vecindario, hubieran muerto por una intoxicación desconocida. Cuando indagaron a Adalberto, éste se prestó de buen agrado a un largo interrogatorio, sin alterarse y sin mostrar incomodidad. Antes de su partida, el florista les regaló a la policía, un ramo de rosas rojas, para embellecer y perfumar la dependencia. Cuando llegaron los uniformados, las colocaron en un florero en el escritorio de recepción.
Al día siguiente las familias de los agentes preocupados por sus ausencias y al no contestar los teléfonos, llamaron al 911. Inmediatamente se presentaron el inspector general y su ayudante. Encontraron a los 7 policías en distintas posiciones algunos, recostados en sus sillas, otros yacían sobre los escritorios, algunos en posición fetal en el piso y el comisario conservaba en una de sus manos, una de las rosas rojas, que aún se mantenía fresca y fragante. El inspector tomó la flor de las manos del comisario y en un acto reflejo y ancestral se la llevó a la nariz, sufriendo un desvanecimiento repentino. El ayudante, en una acción desesperada, quiso quitársela de las manos y cayó sobre la flor incrustándosele la espina en la tráquea, pereciendo instantáneamente. Al enterarse Adalberto que el entierro de los policías e inspectores se realizaría en el salón municipal en forma colectiva, ofreció donar las coronas y los ramos florales para cada féretro, ofrecimiento que se aceptó de buen agrado, como un postrer homenaje a los uniformados caídos en el cumplimiento de su deber.
Melissa
Es-pec-ta-cu-lar
ResponderEliminar¡La pelota, que cuentito! Un Yiyo Murano jejeje
ResponderEliminarMe hiciste buscar la palabra disfluencia, me gustó la historia.
El humor negro más irónico que leí. Sobre todo por las muertes que vendrían, después del velatorio de los "uniformados caídos en el cumplimiento de su deber".... Que cuadro!. Y Rigoberto muy circunspecto, dando los pésames.
ResponderEliminarAbulorio cómo podes decir que es el humor negro más irónico que leíste, cuando vos has sido mi maestro en la página de los cuentos. Con respecto a lo que está entre comillas, seguro me ha quedado en el inconsciente de tanto escucharlo en la época mas negra de la Historia Argentina.
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